Geógrafo Joselino Serrano
Son incontables los números de mensajes en las redes sociales, por personajes vinculados al gobierno, direccionados a las personas con espíritu, vocación y trayectoria socialista, buscando avivar el espíritu progresista y de revolución que en su oportunidad materializó muchos de nuestros próceres y a partir del 1992 Hugo Chávez. En lo particular considero que ser revolucionario exige un apego irrestricto a la ética y moral del accionar político. Desde muy joven aposté a un sueño transformador del hombre que tenía como eje principal la solidaridad, participé en organizaciones estudiantiles de corte progresista y movimientos con aromas a cambios. Antes de Chávez, con los cantos de Alí, Pablo, Silvio, entre otros, mi conciencia empezaba a recrear una Venezuela posible, libre de toda intención de corrupción, con oportunidad de crecer y ser una Venezuela potencia.
Celebré el reencuentro de muchos camaradas estudiantiles en cargos de dirección nacional, confiado que la prédica universitaria de muchos líderes estudiantiles iba hacer puesta en práctica en el hacer transformador de la nueva línea gubernamental, caracterizada por un marco socialista, con una fuerte influencia hacia la solidaridad y construcción de un país con mayores oportunidad de crecimiento social y económico.
El tiempo me demostró lo contrario, fuimos invadidos por los demonios de la codicia y asumimos una posición de creer que el poder era absoluto y permanente bajo nuestra dirección. Se nos olvidó, la frase repetida por Chávez innumerables veces, revolución pacífica y democrática. Pensamos que el análisis y formación socialista se convertirían en un arma transversal en las adversidades, saliéndole al paso a cualquier amenaza interna o externa en Venezuela. Fundamos un partido dedicado solo a los ejercicios electorales. No se castigó en el momento que se tenía que castigar, saludamos y nos hicimos cómplices de innumerables desastres públicos administrativos. La planificación y contraloría fue relegada a un plano de indiferencia total permitiendo la impunidad en los procesos, de estafa a la nación, a través de las importaciones de insumos, productos, materiales y equipos que se perdían y dañaban en nuestros puertos por los altos niveles de ineficiencia y ineficacia gerencial. Creímos que no era necesarios mecanismo de fiscalización, vigilancia y control en las decisiones tomadas, porque nuestra revolución contaba con los mejores estándares de moralidad y ética. Fue tan grave el daño que le hicimos a el país que hoy vemos en la calle una cultura distinta en los venezolanos donde reina la individualidad y el sentido de la oportunidad en sacarle a su coterráneo cualquier cosa a cambio de cualquier cosa.
Ahora pretendemos incorporar una suerte de debate nacional antiimperialista y socialista frente a unas necesidades básicas que registramos a diario, producto de la escasez, quien va hacer análisis del materialismo histórico con un sueldo diario por debajo de mil bolívares, cuando un kilo de pollo en cualquier mercado municipal de nuestro país cuesta por encima de Bs.1.700, y esta persona tiene una carga familiar de por lo menos tres personas que involucra niños en etapa de crecimiento, cómo explicar esta situación en un país de lo más ricos del mundo por sus recursos energéticos.
Asumamos con valentía nuestras equivocaciones y rescatemos lo que nos queda de progresismo en otro marco de acción que tenga como eje la moral y ética política, que aunque se quiera negar si existe y es necesario aplicarla.
El tiempo me demostró lo contrario, fuimos invadidos por los demonios de la codicia y asumimos una posición de creer que el poder era absoluto y permanente bajo nuestra dirección. Se nos olvidó, la frase repetida por Chávez innumerables veces, revolución pacífica y democrática. Pensamos que el análisis y formación socialista se convertirían en un arma transversal en las adversidades, saliéndole al paso a cualquier amenaza interna o externa en Venezuela. Fundamos un partido dedicado solo a los ejercicios electorales. No se castigó en el momento que se tenía que castigar, saludamos y nos hicimos cómplices de innumerables desastres públicos administrativos. La planificación y contraloría fue relegada a un plano de indiferencia total permitiendo la impunidad en los procesos, de estafa a la nación, a través de las importaciones de insumos, productos, materiales y equipos que se perdían y dañaban en nuestros puertos por los altos niveles de ineficiencia y ineficacia gerencial. Creímos que no era necesarios mecanismo de fiscalización, vigilancia y control en las decisiones tomadas, porque nuestra revolución contaba con los mejores estándares de moralidad y ética. Fue tan grave el daño que le hicimos a el país que hoy vemos en la calle una cultura distinta en los venezolanos donde reina la individualidad y el sentido de la oportunidad en sacarle a su coterráneo cualquier cosa a cambio de cualquier cosa.
Ahora pretendemos incorporar una suerte de debate nacional antiimperialista y socialista frente a unas necesidades básicas que registramos a diario, producto de la escasez, quien va hacer análisis del materialismo histórico con un sueldo diario por debajo de mil bolívares, cuando un kilo de pollo en cualquier mercado municipal de nuestro país cuesta por encima de Bs.1.700, y esta persona tiene una carga familiar de por lo menos tres personas que involucra niños en etapa de crecimiento, cómo explicar esta situación en un país de lo más ricos del mundo por sus recursos energéticos.
Asumamos con valentía nuestras equivocaciones y rescatemos lo que nos queda de progresismo en otro marco de acción que tenga como eje la moral y ética política, que aunque se quiera negar si existe y es necesario aplicarla.