Geógrafo
Joselino Serrano
Debatir
sobre el ambiente es significante en este momento cuando su comportamiento
impacta sobre el modo y la forma de vivir de los agentes bióticos que formamos
parte del mismo. Seguimos con el afán de culpar a la naturaleza por lo que nos
está pasando con la escasez de agua y a veces incurrimos en la mala utilización
de términos, como cuando nos referimos al uso de la palabra fenómenos para
describir a los eventos naturales que cuentan con un carácter cíclico o periodo
de retorno, que en momentos son de gran impacto por la reiterada alteración de
la acción humana, también conocida como acción antrópica. Los espacios
naturales están allí, somos nosotros, el componente biótico, que los ocupamos
en diversas formas y modos, en el caso de los seres humanos, aprovechamos los
recursos para satisfacer nuestras necesidades y poder subsistir; a través del
espacio natural o paisaje, podemos cultivar, contar con áreas para edificar
viviendas, extraer materias primas con la finalidad de transformarla y
utilizarla en diversas áreas de interés, es en esta última, donde se genera la
discusión de modificación del paisaje y los daños colaterales que esto acarrea.
El
medio natural es tan noble, que se presenta de manera óptima ante los seres
vivos, con sus ciclos naturales en completa normalidad, pero nuestra terquedad
para alcanzar los tan anhelados niveles de desarrollo, agota los ecosistemas
creando caos que se revierte hacia nosotros, por malas praxis, agotando
diversos elementos en cuanto a su capacidad de carga, que nos obligan a futuro
adoptar mecanismos vinculado con la biorecuperación de los espacios, proceso
este que es muy lento y jamás llega a su punto optimo de lo que fue. En estos
momentos le buscamos justificación a todo invocando al evento natural
denominado “niño” y “niña”, que cabe señalar se da en la fachada del pacífico y
que yo sepa nosotros lo que tenemos es influencia del caribe y el atlántico, ¡habrá
que hablar con Panamá para que no abra tanto el canal, y evite que se le
escapen los carajitos!... Pero bueno el caso que “el Niño” y “la Niña” nos
tiene alejado de nuestro verdadero problema, el cual, no es otro que la
ordenación del territorio, que es e instrumento que define las áreas de acuerdo
a sus usos y potencialidades, restringe el uso de zonas frágiles y de alto
nivel estratégico. Se sataniza, siempre la discusión de ordenación del territorio porque supone que estos instrumentos para
la planificación espacial va en contra del “desarrollo”, pero resulta ser el
instrumento, que cumpliéndose al pie de la letra en su contenido, podría evitar
la situación del mal uso sobre explotación de los recursos naturales que
tenemos.
El
calentamiento global que cuenta con indicadores, vigilados constantemente por
expertos e instituciones, nos habla y alerta de la implementación de medidas
conservacionistas que tributen a la minimización de estos eventos ocasionado
por la acción antrópica, representadas y dibujadas en las alteraciones y
constantes deforestaciones y remociones de las capas de suelo y subsuelo de las
cuencas y microcuencas de nuestra querida y amada Venezuela, con diferentes
propósitos. Este uso irracional en muchas oportunidades afecta en gran medida a
los componentes que participan en el ciclo hidrológico generando efectos
colaterales y no deseados, cosa que hoy se visualiza con gran asombro en la
cuenca del rio Caroní, principal fuente de agua del Complejo Hidroeléctrico del
Guri.
La
concientización ambiental del presidente Chávez fue indiscutible, entendía la
importancia transgeneracional de los
paisajes naturales, le daba el valor que se merecía y blindaba el uso mas allá
de la necesidad económica, se negó a la ampliación de exploración y explotación
del escudo guayanés en muchas de sus alocuciones fue enfático en el uso y
conservación de los recursos naturales de la patria. Chávez pudo hablar con dignidad de la Pachamama y, a su vez
ésta sentirse orgullosa de él.