La tarde del pasado miércoles murió en Caracas el compositor y director Inocente Carreño, uno de los mas destacados discípulos y continuadores de la labor emprendida a principios del siglo XX por Vicente Emilio Sojo, creador de la escuela nacionalista. El margariteño vivió un total de 96 años, siete meses y un día. De todo ese tiempo dedicó aproximadamente 80 años a componer.
A decir del musicólogo, investigador y biógrafo Alejandro Bruzual, el insigne maestro dejó como legado un extensísimo catálogo integrado por unas mil composiciones, obra que tomaría cerca de 30 años, solo la tarea de escribirlas.
Entre estas piezas se cuentan incluso varios himnos entre estos el himno del Inces (Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista), el himno del partido Acción Democrática (AD), el de la Universidad de Oriente (UDO) y el del ejército venezolano, entre otros.
Su obra más conocida, la Margariteña, glosa sinfónica, es quizás la obra académica venezolana más interpretada en la historia. Fue merecedor de “absolutamente todos los premios que se otorgan en el país” y ocupó todas las tareas que un músico podía ocupar en su época, “menos el de burócrata cultural”, aunque le tocó libar fuertes batallas gremiales en uno de los momentos más álgidos e nuestra historia contemporánea, en el tránsito de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez a la democracia, señaló Alejandro Bruzual.
NOS DEJÓ LA VIDA
Con Inocente Carreño, mencionó el investigador, se fue una buena parte de la historia viva de la música venezolana de la cual fue testigo y actor principal, desde su entrada a la Escuela de Santa Capilla en los años 30 del siglo pasado hasta el miércoles, cuando pasó a otro plano, luego de un paro respiratorio.
Sin lugar a dudas, como bien lo comentó Bruzual en conversación con el Correo del Orinoco, Inocente Carreño le ganó a la muerte, no solo por su longeva existencia, “le ganó además con obras, no fue solo vivir un poco más, fue crear un poco más”.
Incluso, desde el puto de vista personal “su característica más llamativa era su sorprendente amor a la vida. La ultima vez que hablé con él por teléfono fue para invitarlo a una conferencia sobre él. No pudo ir porque Olga, su esposa, se sentía mal. Hablamos como una hora, preguntaba, contaba planes. Ese amor a la vida, esa lección de alegría nos va a hacer falta”, lamentó el biógrafo autor del libro Inocente Carreño: Ser de tiempo y creación.
“Soy un hombre con una suerte inmensa, que seguirá siendo el mismo , teniendo como normas de vida, la sencillez, el humor y la humildad. Mi única alternativa es continuar laborando con fe y mística”, dijo Carreño en una cita plasmada en el texto de Bruzual.
SOJO, GÜICHA Y OLGA
En consideración del escritor, la mejor biografía de Carreño está en su propia obra. En La Margariteña, por ejemplo, está atravesada por el recuerdo de su abuela Mauricia a quien le decía Güicha y la, la influencia de su maestro Vicente Emilio Sojo.
Ambas figuras en una especie de “matrimonio simbólico hermosísimo porque Sojo lo educa, lo presiona para que su potencialidad llegue al máximo y lo entusiasma a emprender proyectos nacionalistas”, explicó el musicólogo.
Antes que Sojo, su abuela fue una figura fundamental que lo inició con amor y con disciplina en el mundo musical y además estuvo presente como una evocación inspiradora a lo largo de su carrera.
Por otra parte, destacó Bruzual, Carreño contó con un apoyo incondicional e invaluable de su esposa Olga, quien asumió la tarea de producir la ambientación adecuada para la creación, sostenerlo en sus crisis personales y creativas y además ordenar un minucioso registro de la carrera del compositor.
SOBRE SU OBRA
De acuerdo con Alejandro Bruzual, la inagotable obra de Inocente Carreño se puede agrupar en tres grandes bloques. Por una parte sus composiciones sinfónicas o académicas. Si bien en este apartado no todas las piezas son de carácter nacionalista, se circunscribe en este grupo a La Margariteña, considerada junto con la Cantata Criolla de su condiscípulo y amigo Antonio Estévez los dos grandes himnos del nacionalismo musical venezolano.
En este grupo, describió el investigador, se ubican algunas piezas que dejan ver una inquietud por la búsqueda de nuevas estéticas, inquietud que se aprecia mucho más en el catálogo de obras de cámara con las cuales el autor buscó una síntesis del nacionalismo con nuevos lenguajes.
Dentro de este segundo “catálogo estupendo”, Bruzual incluye algunas obras sueltas para instrumentos específicos y otras especialmente para guitarra y piano, entre ellas varios “valses quinceañeros” como los denominaba el propio Carreño.
Finalmente está su obra coral, la más extensa de todas, la mayoría de un esp´iritu principalmente nacionalista.
Lamenta el musicólogo que siendo Carreño uno de los compositores más importantes de la música venezolana e incluso quizás el más reconocido y premiado, no exista un esfuerzo mínimo para editar y grabar su obra.
De hecho, en una entrevista con el Correo del Orinoco en ocasión de sus 96 años, el compositor apuntaba, sin ánimos de queja ni reclamo, la falta de apoyo concreto a los compositores nacionales en el complejo esfuerzo de difundir sus obras, para lo cual es fundamental la edición y publicación de sus composiciones con estándares de calidad internacionales.